Chile del olvido ¿Y que pasó con el asesinato de Arturo Araya Peeters, edecán Naval de Allende?

por Martín Espinoza/ Radio U. de Chile.

El hijo del Edecán junto con el abogado Eduardo Contreras, lideran una iniciativa inédita: que la justicia chilena tipifique como un crimen de lesa humanidad un asesinato ocurrido antes del 11 de septiembre. De esa forma podrán levantar la prescripción y reabrir el caso para encontrar a los verdaderos responsables del asesinato del Edecán Naval Arturo Araya.

Las balas provenían del fusil semiautomático de un francotirador cuya identidad aún no se esclarece.

Cerca de 20 miembros de Patria y Libertad fueron detenidos y procesados por la Fiscalía Naval. Todos quedaron libres de condena, menos Guillermo Claverie quien, luego de pasar algunos meses prófugo, fue condenado a 3 años y un día para luego ser indultado “por servicios prestados a la patria”.

En una entrevista al diario La Nación, Claverie juró su inocencia y aseguró que fue obligado a confesar tras sufrir múltiples torturas efectuadas por oficiales de la Marina y de la Fuerza Aérea. El involucrado admitió haber estado afuera del balcón de Araya en Providencia esa noche, pero aseguró no haber apretado el gatillo que lanzó la bala que habría dado con el marino.

Falsas culpas

Fue una entrevista que dio Jorge Ehlers en 2001, cuando aspiraba a presidir el Comité Olímpico de Chile, la que reavivó las intenciones de la familia Araya de darle un nuevo empujón a la búsqueda de la verdad en el caso. En ella Ehlers, oficial de la Marina que habría sido el nexo entre la Armada y Patria y Libertad, al ser consultado sobre sus vínculos con el caso del Edecán,  señalaba que “mis cosas son personales, no tienen que importarle a nadie. Esto me parece una porquería”.

edecan

Tres años después declaró en una entrevista que “estamos nuevamente volviendo al pasado y rememorando un desgraciado caso que en su oportunidad fue debidamente aclarado”.

Enrique Araya, hijo del Edecán, no logró encontrarle la razón. Para él, el capítulo no estaba cerrado. Mal que mal nadie había pagado con cárcel y las culpas no estaban en absoluto esclarecidas. Ante la posibilidad de la reapertura del caso, Ehlers migró a Alemania en 2003 acusando “motivos personales”, dejando su cargo en la Federación Atlética, que debía asumir hasta 2005.

Claverie figuraba como el único responsable y, a medida en que iba recabando más información, Enrique Araya iba reafirmando su tesis de que Claverie había sido utilizado. “Yo conversé muchas veces con él. De acuerdo a lo que me dijo tengo claro de que él no tiene culpa. Él fue utilizado por Jorge Ehlers. Hay una cosa del juicio de Claverie que es clave: todos los testigos de ese minuto concuerdan con que Claverie disparó cuatro balas. Los peritajes de la época encontraron los cuatro impactos de bala en la casa, las cuatro vainillas, pero en la casa habían cinco disparos, más el que mató mi papá. Son seis disparos. La autopsia dice que la bala vino desde arriba, y Claverie disparó desde 5 metros abajo. Todo eso me indica que el homicidio fue planificado y que su objetivo era llevar al país al Golpe Militar”.

El Edecán Araya esa noche respondió. Con una ametralladora alcanzó a disparar ocho tiros, ninguno con dirección hacia abajo, todos hacia el frente.

Una vez muerto Araya, el capitán de Carabineros Germán Esquivel, otro de los supuestos involucrados, fue el primero en llegar a la casa de Providencia. Fue a preguntar qué le había pasado y en qué condiciones se encontraba el Edecán. Lo primero que hizo fue dar instrucciones de detener al que fuera ante el deceso. Se presume que Esquivel estuvo directamente vinculado con el encubrimiento y distracción en torno al caso. “Si analizas el expediente y ves todo lo que hizo Esquivel te queda claro que lo pretendía era distraer a la gente, que el público pensara que habían sido otras personas. Se le echó la culpa hasta al gobierno, a Allende, cuando eso es mentira”, señala Enrique Araya.

El Edecán Constitucionalista

Enrique Araya insiste en que el atentado contra su padre tuvo razones políticas que pretendían seguir construyendo un clima de inestabilidad que le diera razones a las Fuerzas Armadas para propiciar un Golpe.

El Edecán Araya era un personaje carismático en la Armada. Era querido como pocos y dueño de una figuración incluso mayor que la del Comandante en Jefe. Cada tres semanas le tocaba estar de servicio y acompañar al Presidente Allende a todas sus actividades. Esa noche de invierno en Providencia venía llegando de una actividad en conmemoración del asalto al cuartel Moncada, en la embajada de Cuba. Arturo Araya no manifestó nunca, ni siquiera en su intimidad, una convicción política que lo ubicara cerca de la izquierda. Su discurso era, antes que todo, de lealtad y subordinación. Allende era su jefe y, en ese escenario, él obedecía con responsable rectitud.

“Mi papá era constitucionalista. Él pensaba que lo que estaba pasando era un problema político y que políticamente debía buscársele una solución. Mucha gente en la Marina era igual. Él siempre pensó que era una tontera perder el cariño que le tenía la gente a las FF.AA. Sabía que un Golpe iba a generar una ruptura entre el pueblo y las FF.AA. y así fue. Él no lo habría apoyado, porque tenía una amistad con el Presidente Allende”, dice su hijo.  “Al morir él se provoca la reacción del alto mando de la Armada. Hubo un grupito que sí sabía, que sí había planificado el atentado del Comandante Araya, y después de la muerte de mi papá aprobaron el alzamiento de la marina. La finalidad era que la Armada diera el paso”, concluye.

Un crimen de lesa humanidad

Según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional aprobado en 1998, se entiende por crimen de lesa humanidad una serie de actos que se cometen “como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque”. Dentro de estos se encuentran el asesinato, la tortura, violación, desaparición, esclavitud, y más. Los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles, lo que quiere decir que no se extingue la persecución de los culpables en razón del transcurso del tiempo.

En Chile los delitos ejecutados previos al 11 de septiembre de 1973 no entran dentro de esta categoría, por lo que actualmente el Poder Judicial no tiene la facultad de reabrir el caso. Esa es la lucha de Eduardo Contreras, el abogado que lleva la causa de Araya. Para Contreras la Fiscalía Naval arregló el caso: “Entonces fue un crimen totalmente impune. Esto genera un hecho jurídico muy grave. Como no se da en el contexto de una represión masiva, por razones políticas, religiosas o ideológicas, que es la característica de los delitos de lesa humanidad, el delito de Araya no es considerado un delito de lesa humanidad, porque ocurrió en un contexto democrático, donde no había represión. Como no es delito de lesa humanidad, prescribió. Yo estoy discutiendo eso. Estoy tratando de intentarlo con el Juez Carroza, tratando de encontrar una conexión entre la sedición golpista y el Golpe, para decir que hay un hilo conductor que hace que también se le aplique leyes de lesa humanidad”.

Mario Carroza tiene la responsabilidad ahora. Araya hijo y Contreras presentaron una querella para reabrir el caso sosteniendo que hay aspectos que no han sido investigados. “Tal vez la intervención de la Marina, oficiales que en ese minuto hubiesen estado involucrados en ese tema y que esto hubiese sido un detonante para algo. Esas son las cosas que en un momento dado no se investigaron, porque lo que se investigó es solamente el asesinato del Edecán Araya, pero no que esto tuviera consecuencias políticas”, comenta Carroza.

El magistrado es sincero: no sabe dónde lo llevará la investigación que está realizando. Eduardo Contreras, por otro lado, está convencido de que tiene la razón. Esto no significa que tenga la misma convicción de que los tribunales chilenos reafirmarán su teoría: “Si yo te induzco a ti a cometer un homicidio, y este se comete, yo debo ser condenado porque soy autor inductor. Los que matan a Araya y Schneider lo están haciendo en la perspectiva de un Golpe de Estado. Y si se le castiga como se ha castigado a los de Punta Peuco, también deberían castigar a los que instigaron con sus actos, porque hay una línea de unidad conductual técnico-jurídica entre los que inducen a hacer algo. Esto se hizo para crear una situación de caos, para inducir al Golpe”.

Los plazos de la investigación no están definidos y pueden pasar algunos años antes de que se sepan noticias al respecto. La extensión en el tiempo parece no desalentar a Enrique Araya. Lleva 16 años dándole vueltas al caso y está convencido de querer dar con la verdad. Eduardo Contreras subraya continuamente la importancia que tendría este caso como antecedente para casos futuros. Si un crimen ejecutado antes del 11 de septiembre logra ser declarado como de lesa humanidad se podría abrir una ventana de justicia para una serie de otros casos ocurridos previos al atentado en La Moneda. Si la justicia chilena falla en su contra, acudirá a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Hoy la pelota están en la cancha de Carroza.

Martes 22 de agosto 2017 12:21 hrs.

Fuente: http://radio.uchile.cl/2017/08/22/la-nueva-ofensiva-por-encontrar-a-los-culpables-del-asesinato-del-edecan-araya/


Anexo :

El asesinato del comandante Arturo Araya Peeters

por Arturo Alejandro Muñoz / Especial para G80.

Se trató de un asesinato planificado, para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre. La derecha fascista perpetró el crimen… Washington lo cobijó y financió. Nuestra memoria sigue viva.

 En la medianoche del día 26 de julio de 1973, el Edecán Naval del Presidente Salvador Allende, comandante Arturo Araya Peeters, fue asesinado por un francotirador, que le disparó a mansalva desde algún lugar frente a su domicilio.

 Poco antes, había llegado a su casa, tras asistir –acompañando al mandatario socialista– a una recepción en la Embajada de Cuba. Uno de los delincuentes que participó en el delito, Guillermo Claverie Bartet, fue condenado a tres años de prisión. Sin embargo, no permaneció ni un día en la cárcel, purgando esa pena. Incluso, estando prófugo, fue indultado por la dictadura, gracias a una decisión del almirante José Toribio Merino Castro.

 Se trató de un asesinato planificado, para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre y, a la vez, un recordatorio de que todo hombre de la Armada que no estuviese de acuerdo con los planes fascistoides del almirante Merino Castro sería considerado traidor y castigado con la muerte. Así ocurrió con Araya, un hombre limpio y leal a la Constitución.

 La noche del 26 al 27 de julio de 1973, un francotirador abrió fuego contra el marino, mientras los mercenarios de Patria y Libertad armaban una algazara en la calle frente a su casa, luego de hacer algunos disparos al aire, a objeto de lograr que el edecán presidencial saliese al balcón, para investigar lo que sucedía. En ese momento, una bala impactó en el pecho del comandante Araya Peeters.

 El crimen, que en su momento la derecha y los servicios de inteligencia navales intentaron achacar a fantasmales grupos armados de izquierda, fue en realidad la obra de una sórdida conspiración ultraderechista, con apoyo de oficiales golpistas de la Marina.

 Un total de 32 miembros de Patria y Libertad –cuyo fundador era Pablo Rodríguez Grez– fueron detenidos y procesados por la Fiscalía Naval; pero, todos quedaron libres, tras algunos tirones de orejas. Sólo uno de ellos, Guillermo Claverie, luego de haber estado un tiempo prófugo, resultó condenado a tres años y un día de prisión, como autor material del crimen, pena que tampoco cumplió ya que, al final, todos los conspiradores fueron indultados en 1981 por el asesino y ladrón apellidado Pinochet Ugarte, “por servicios prestados a la Patria».

 En una entrevista publicada por el diario La Nación, Claverie juró que era inocente y aseguró que fue obligado a confesar, tras sufrir múltiples torturas efectuadas por oficiales de la Marina y de la Fuerza Aérea y que, al parecer, fue elegido como chivo expiatorio por sus jefes de Patria y Libertad, entre ellos Pablo Rodríguez.

Fundador, junto a Jaime Guzmán, y dirigente de la banda fascista Movimiento Nacionalista Patria y Libertad.

 Aunque admitió haber estado en el lugar de los hechos, dijo que siempre permaneció en la calle y que la trayectoria de la bala que mató al Edecán, que estaba en un balcón, era de arriba hacia abajo. Afirmó, además, haber disparado su pistola después que vio caer al hombre del balcón y que en ese momento ignoraba de quién se trataba. Las declaraciones de Claverie fueron parte, en la Corte de Apelaciones, del alegato de Arturo Araya, hijo de la víctima y abogado querellante en el juicio.

 El planificado crimen cometido contra el Comandante de la Marina y edecán del Presidente Allende, ocurrido en la calle Fidel Oteíza –entre Marchant Pereira y Carlos Antúnez– de la comuna de Providencia fue, en definitiva y claramente, una bien montada operación terrorista de inteligencia y desestabilización política, estructurada por la extrema derecha junto a grupos fascistas y ultra nacionalistas insertos en las Fuerzas Armadas, quienes contaban con apoyo y financiamiento de la Central de Inteligencia Norteamericana (CIA), tal como lo reconoció –muchos años después– el gobierno norteamericano, al desclasificar sus documentos confidenciales.

 Los golpistas del SIN (Servicio de Inteligencia Naval) ya venían ejecutando decenas de atentados y autoatentados con bombas, algunos previamente ‘negociados’, como el realizado en la casa del Almirante golpista Ismael Huerta, a mediados de julio de 1973, en Viña del Mar, con el objetivo de ir construyendo un ambiente favorable al próximo golpe de Estado.

 La ametralladora Bataan, con la que el militante del Comando Rolando Matus (CRM) y agente del SIN, infiltrado en la empresa estatal ECON, Guillermo Claverie Bartet, disparó al comandante Araya, después de hacer explotar una bomba señuelo y balear el frontis de la casa, para hacerlo salir al balcón, fue suministrada por el SIN a través de Jorge Ehlers Trostel, personaje que después –en plena dictadura– ocuparía un alto cargo en el área de deportes (DIGEDER).

 Claverie Bartet ya había sido detectado disparando contra tropas leales a la Constitución, durante el ‘Tanquetazo’ [29 de junio de 1973], desde una terraza de ECOM [el tipo creía que, ese día, la Marina iniciaba un golpe; eso fue publicado poco antes del 11SEP73 por el quincenario dirigido por Marta Harnecker, Chile Hoy]. Fue echado de ECOM, pero no entregado a la Policía… ¡¡¡increíblemente!!!


Los asesinos fraguan coartada indignante

 Al entonces teniente del SIN, Daniel Guimpert Corvalán, junto con el capitán del Servicio de Inteligencia de Carabineros (SICAR) Germán Esquivel Caballero –quien más tarde participaría en múltiples ‘desapariciones’ cometidas por el Comando Conjunto y el SICAR–, le cupo realizar uno de los aspectos más sucios y cobardes del complot desestabilizador.

 Al otro día del asesinato del Edecán Naval del Presidente Allende –un sábado–, Esquivel y Guimpert recorrieron diversas comisarías buscando un ‘chivo expiatorio’ a quién cargarle el crimen. El elegido fue un preso por ebriedad, que trabajaba en una empresa CORFO (SEAM) y portaba un carnet de militante del Partido Radical, integrante de la Unidad Popular (UP).

 Como eso no era muy convincente, ni bastaba para completar sus planes, fabricaron un carnet del Partido Socialista e interrogaron privadamente al funcionario, que –sometido a salvajes torturas– se auto inculpó de haber participado en el asesinato, «junto con un comando del PS-Elenos» y algunos cubanos. El mecánico de SEAM CORFO terminó encargado reo y procesado por la Justicia Naval, bajo la dirección del Fiscal Aldo Montagna.

 El nombre del mecánico eléctrico de SEAM CORFO torturado por Guimpert y Esquivel era José Luis Riquelme Bascuñán y fue interrogado y encargado reo por el ministro conspirador de la Corte de Apelaciones Abraham Meerson y por el Fiscal Militar Joaquín Erlbaum. El desgraciado mecánico fue tan bien torturado que se echaba la culpa de haber participado en el crimen con un grupo de GAP y cubanos dirigidos por Bruno [Domingo Blanco] uno de los jefes de esa guardia de Salvador Allende.

 Al día siguiente, los medios opositores y diversos políticos –entre los que destacaron los senadores derechistas Víctor García Garzena y Fernando Ochagavía, junto al diputado demócrata cristiano Claudio Orrego Vicuña y al director del diario democristiano La Prensa, Jorge Navarrete– iniciaron una campaña de injurias y acusaciones contra el gobierno de la UP y la representación cubana en Chile.

 El problema, para los conspiradores de diversos pelajes y militancias que se concertaron en torno al falso hallazgo de los asesinos del comandante Araya fue que, a los pocos días, la Policía de Investigaciones detuvo a casi todos los miembros de la banda conformada por elementos del Comando Rolando Matus, Partido Nacional (PN), Democracia Radical (DR) y Patria y Libertad, que habían participado directamente en el asesinato del edecán.

 Entre ellos, destacaban el presunto autor de los disparos (Guillermo Claverie), una dirigente de la Juventud del Partido Nacional y del CRM (Uca Eileen Lozano), el hijo ‘patria y libertad’ del conocido empresario panadero Castaño (Odilio Castaño Jiménez); el militante de Patria y Libertad Luis ‘Fifo’ Palma Ramírez –que, dos años después, tendría una destacada participación en el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) y en las desapariciones del Comando Conjunto–, un sobrino CRM del psiquiatra de la DINA Laihlacar (de apellidos Potin Laihlacar), el dirigente de la DR Guillermo Schilling y un militante del CRM (Miguel Sepúlveda Campos) hijo de un conocido almirante retirado*.

 Los que no fueron detenidos, se escondieron en un fundo de la Región de Valparaíso y se entregaron a un comando de la Marina, al otro día del golpe. Los que estaban detenidos y procesados en las cárceles de Valparaíso y Santiago, fueron sacados de prisión el 12 de septiembre por comandos del SIN e integrados a las actividades represivas. El crimen del comandante Araya quedó impune y con expediente desaparecido.


Cambia, todo cambia

 El teniente Guimpert Corvalán salió de la Marina a fines de los 70’s y se dedicó a regentar un negocio de venta de armas, en las cercanías del Edificio de las FFAA, en la Plaza Bulnes. Gozaba de libertad bajo fianza hasta que fue nuevamente detenido, inculpado en más de una decena de casos de detenidos desaparecidos, en algunos de los cuales fue incluso indultado a principios de los años 90´s.

 Su cómplice en el intento de falsificación del asesinato del comandante Araya –Guillermo Esquivel– llegó al grado de coronel de carabineros en la DICOMCAR (Dirección de Comunicaciones de Carabineros) y fue detenido, por cheques protestados, en 1991. Falleció en extrañas y nunca aclaradas circunstancias, en 1993, mientras estaba denunciado, en diversos procesos por desapariciones y asesinatos.

 Transcurridos 35 años desde el asesinato del valeroso edecán del Presidente Allende, la versión oficial que entregó la dictadura comenzó a desmoronarse en los tribunales y a emerger la verdad: se trató de un crimen planificado por la derecha en contra del comandante Araya. La medida, que la familia del oficial había solicitado, por primera vez en agosto del año 2003, se aprobó ante la aparición de nuevos antecedentes aportados por Guillermo Claverie.

 El 28 de Abril de 2008, la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó reabrir la investigación del asesinato. Por unanimidad, la Octava Sala del tribunal de alzada determinó que el juzgado a cargo del caso procediese a la reapertura de la investigación, tomando testimonio a Guillermo Claverie Bartet y realizase otras diligencias que de ello se deriven.

 El relato que Claverie entregó a los periodistas de La Nación Domingo, hace pocos años, mueve a la duda. Aseguró que todavía sentía miedo de lo que pueden hacerle los viejos (y nuevos) miembros de las cofradías golpistas:

“Nunca pude leer mis declaraciones que me hicieron firmar en la Fiscalía Naval. Y un día que me puse a leer una de ellas, después de un interrogatorio, el secretario del fiscal naval Aldo Montagna, el oficial Jorge Garretón Iturra, se metió la mano a la chaqueta del uniforme y sacó una pistola. Y me dijo: ‘¡Oye, huevón, que leís tanto, agradece que todavía estai vivo y firma ahí!’. Y, por supuesto, que así siempre firmé todo.”

 Sus confesiones confirman lo que los hijos del Edecán han ido descubriendo en estos últimos años, hurgando en el expediente del juicio iniciado por la Justicia naval y que culminó en 1980, con una condena de tres años para Claverie, como único autor material, y con penas inferiores por delitos menores para otros miembros del grupo que actuó esa noche: «Es que esa investigación está plagada de vicios», sostiene Arturo, el hijo mayor del edecán, que es abogado.

 Con estas confesiones de Claverie, los hijos del Edecán lograron que la Corte de Apelaciones de Santiago ordenara reabrir el nuevo proceso iniciado a partir de la querella que interpusieron en 2003, pero que, en su momento, fue sobreseído y archivado por el 18º Juzgado del Crimen de Santiago.


Las preguntas quemantes

 Para hacer salir al comandante Araya al balcón, Juan Zacconi y Guillermo Necochea (miembros de Patria y Libertad) lanzaron una bomba frente a su casa. La llegada del Edecán a su domicilio fue anunciada a ellos por otra bomba que explotó en las cercanías, lanzada por un segundo grupo. El segundo bombazo, el de Zacconi y Necochea, fue la señal para que el tercer grupo, que debía entrar por la calle Fidel Oteíza, cometiera el asesinato.

 Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos en los muros de la casa del capitán de navío. Pero las vainillas halladas frente a la casa sólo fueron cuatro. Con el proyectil que hirió de muerte al edecán y que entró directo, sin antes rebotar en parte alguna, los disparos suman seis. Pero, nunca se hallaron las otras dos vainillas. Y las pericias balísticas establecieron que las vainillas encontradas en la calle, correspondientes a los disparos hechos por Claverie, no pertenecían al proyectil que perforó el cuerpo del Edecán.

 Eso significaría que al comandante lo asesinaron con un arma distinta, y le dispararon desde otro lugar –presumiblemente desde el frente de su casa–, ligeramente desde arriba hacia abajo. A pesar de todas estas evidencias, la investigación naval concluyó que el edecán de Allende murió por uno de los disparos de Claverie. Pero, este insiste en explicitar muchas preguntas, todas ellas sin respuestas oficiales.

 ¿Quién hizo los dos disparos que varios testigos, según declararon en el proceso del Juzgado Naval, escucharon inmediatamente antes de que el Edecán lanzara su ráfaga hacia el frente y minutos antes de que Claverie hiciera sus cuatro disparos?

 ¿Contrató el ex cadete naval Jorge Ehlers Trostel a un francotirador para que asesinara al comandante Araya Peeters, aprovechando el caos que el mismo Ehlers ordenó crear al grupo de ultraderecha esa noche en las cercanías de la casa del edecán?

 ¿Por qué Ehlers, literalmente, huyó a Alemania días después de que los hijos del Edecán interpusieron la querella, en septiembre de 2003, refugiándose en ese país hasta hoy?

 ¿Por qué nadie tomó en cuenta la declaración de dos prostitutas que figura en el expediente de la Justicia naval, quienes afirmaban que, paradas esa noche en la esquina de Pedro de Valdivia con Providencia y segundos después de escuchar disparos, vieron salir de un lugar a dos hombres corriendo, uno de ellos con un fusil en la mano, y que se subieron a una camioneta que tenía un disco que les pareció de vehículo fiscal?


Torturas, presiones y amenazas

 Detenido preventivamente en la Cárcel Pública de Santiago, una mañana –aún en plena dictadura– los gendarmes sacaron a Claverie y le condujeron a la oficina de la Fiscalía Naval. En ese lugar –contó el mismo Claverie al diario La Nación– lo recibió el oficial naval Germán Arestizábal, quien oficiaba como actuario. «Me hizo subir a un Austin Mini, donde reconocí al oficial de la Fuerza Aérea de apellido Schindler, compañero de colegio». Le vendaron la vista y lo llevaron a la Academia de Guerra Aérea, en Las Condes.

 “Ahí, me amarraron a un catre y empezaron a golpearme en la planta de los pies con un palo o un fierro. Después, me inyectaron en la vena lo que yo creo que fue pentotal, porque todavía no me sacaban mi propia confesión del crimen del edecán, como ellos querían. Nunca supe lo que respondí, pero no puedo haber dicho algo que era falso», expresa.

 Días después, al salir de una oficina donde había comenzado a trabajar, se le acercó un auto desde el cual descendió un individuo que él conocía, el que le obligó a subir al vehículo.

 “Era el ‘Fifo’ Palma [Luis Palma Ramírez, que después integró el Comando Conjunto] y en el auto vi como cinco metralletas. El Fifo me dijo. ‘¿Sabís que ahora te podemos matar por andar hablando, huevón? Vos sabís que en esto está metida gente que ahora es muy importante. Que no se te olvide’«.

 Esa última frase del tal ‘Fifo’ Palma –suponiendo que Claverie dice la verdad– es la que deberá dilucidar el juzgado a cargo de la reapertura del caso, pues resulta vital establecer la identidad de aquella “gente que ahora es muy importante”. ¿Qué tan ‘importante’ es hoy esa gente? ¿Parlamentarios? ¿Empresarios? ¿Diplomáticos chilenos en el extranjero? ¿Oficiales retirados de las Fuerzas Armadas? ¿Oficiales aún activos? ¿Dirigentes políticos? ¿Dirigentes de gremios patronales? Tarde o temprano, el país conocerá sus nombres, los que serán agregados al de Guillermo Claverie, quien sí estuvo en uno de los grupos sediciosos y criminales aquella infausta noche.

* La lista de integrantes del comando asesino, publicada por la revista CAUCE nº 15, del 9 de julio de 1984:

René Guillermo Claverie Bartet
Mario Eduardo Rojas Zegers
Guillermo Francisco Necochea Aspillaga
Miguel Víctor Sepúlveda Campos [
hijo de un Almirante (r)]
Uca Eileen Lozano Jeffs (
CRM-JN)
Guillermo Adolfo Schilling Rojas (
primo del ‘Mamo’ Schilling, dirigente del Partido Socialista)
José Eduardo Iturriaga Aránguiz
Luis Guillermo Perry González
Luis César «Fifo» Palma Jiménez (
posteriormente, fue miembro del Comando Conjunto)
Ricardo Vélez Gómez
Rafael Mardones Saint Jean (
primo hermano de José Luis Mardones Santander, Presidente del Banco Estado)
Adolfo Palma Ramírez (
hermano del ‘Fifo’ Palma)
Enrique Quiroz Ruiz
Wilfredo Humberto Perry González
Odilio Castaño Jiménez (
actual co-dueño de la cadena de panaderías Castaño)
Carlos Fernando Farías Corrales
Juan Zacconi Quiroz
Andrés Pablo Potin Laihlacar
Tito Alejandro Figari Verdugo

 

27 de junio de 2012

Fuente: http://www.memoriaviva.com/Ejecutados/Ejecutados_A/araya_peters_arturo.htm

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