Europa: el fracaso del neoreformismo de Syriza y Podemos.

¿DE LA «GUERRA DE CLASES» A LAS «BATALLAS DE CONFETIS»?

por Máximo Relti/Canarias Semanal.
La política europea está en un punto de inflexión. – escribe nuestro colaborador Máximo Relti-. Las manifestaciones masivas y el descontento social demandan una respuesta. Pero las respuestas neorreformistas han resultado ser fraudulentas. La pregunta que queda en el aire es si surgirá o no una izquierda real, capaz de atender estas demandas, o si el continente continuará su deriva arrolladora hacia la derecha.

¿Cómo ha podido llegarse a este punto?

El reciente proceso electoral en Grecia ha puesto de manifiesto un pronunciado desplazamiento político hacia la derecha en el continente europeo. La irrupción de Syriza en 2015, estimada por muchos como el «amanecer de una nueva era política», ha culminado en un evidente retroceso, quedándose con apenas el 17,8% de los votos. No obstante, los resultados electorales no hicieron otra cosa que confirmar una catástrofe que se había materializado mucho antes del conteo de las urnas.

Por otro lado, la derecha tradicional, representada por Nueva Democracia, ha renacido con vigor, consolidándose con un destacable 40,5%. El panorama se ve complementado con la entrada de tres partidos de extrema derecha al Parlamento y el lento, pero seguro, resurgimiento de los socialistas del PASOK.

¿Cómo se ha llegado a este punto? Recuérdese que en la España de 2012-13 y 14, muchos veían a Grecia como el epicentro de la resistencia popular y obrera en la Europa capitalista. La crisis económica había golpeado duramente a este país y las protestas y huelgas proliferaban diariamente en sus calles. Toda esta efervescencia social, que no contó nunca con la ayuda de un análisis más profundo del mapa político griego y de su historia, permitió a no pocos especular sobre la posibilidad de la constitución de un «frente mediterráneo», integrado por Grecia, España, Italia y Portugal —los famosos PIGS— que pudieran presentarle resistencia y batalla a los gigantes capitalistas del norte europeo.

En realidad, este proyecto no fue más que un acto de ingenuo voluntarismo, que no tomó en cuenta que la capacidad de resistencia social en cada uno de esos países ya había sido diezmada veinte años antes, con la casi desaparición de la influencia de los Partidos Comunistas y la socialdemocratización simultánea que se produjo en los antiguos sindicatos de clase, que dos décadas antes estaban omnipresentes en la vida social y política de todos los países citados.

Yanis Varoufakis, el exministro estrella de Syriza, ha comparado la influencia de esta organización en la izquierda, con el impacto de Margaret Thatcher tuvo en la derecha. A pesar de que él también fue una parte fundamental de ese desafortunado proyecto, el ejemplo utilizado no carece de fundamento. Esta comparación muestra cómo, bajo la promesa de un cambio revolucionario, Syriza terminó siendo cómplice de las medidas de austeridad que las élites europeas, asentadas en Bruselas, exigían a dicho país.

Es esencial, por lo tanto, tratar de entender las razones de la ruptura del vínculo que aparentemente unía lo social con lo político en parte de la «izquierda» griega, y explorar los orígenes de este divorcio, si alguna vez hubo un verdadero matrimonio, para percibir la magnitud del catastrófico legado que Syriza ha dejado a los griegos, y no sólo a ellos.

El fenómeno neorreformista: Más allá de Grecia

Pero Grecia no está sola en el camino emprendido por las formaciones políticas «neorreformistas». Si dirigimos la mirada hacia España, encontramos clarísimos paralelismos con lo acontecido en el país heleno. En España, Podemos, que nació al calor del Movimiento 15M, pretendió convertirse de manera oportunista en el vehículo político de dicho movimiento, cuando en realidad en lo que terminó transformándose fue en su disolvente.

Tras cuatro años de cogobierno con el PSOE, su declive ha sido estrepitoso. Figuras clave, como Pablo Iglesias, se han visto obligados a abandonar finalmente la arena política, y las elecciones han evidenciado la fragilidad de la propuesta que él formulada. En Portugal ha ocurrido algo similar. Tras flirtear con las instituciones, el Bloco de Esquerda también ha retrocedido aceleradamente, mientras que la extrema derecha portuguesa crece a igual velocidad.

Populismo de izquierda: ¿Una promesa incumplida?

El fenómeno del “populismo de izquierdas”, que hemos conocido en diversas formas a lo largo de los últimos 100 años, prometía en el siglo XXI desafiar al establishment y asumir la representación de los marginados. Sostenían que su objetivo consistía romper con el «consenso del centro» y trazar una clara línea divisoria entre “pueblo y oligarquía”. No era esta una fórmula nueva. Tanto el Partido Comunista italiano como el PCE, la habían estado tratando de ensayar en el aquelarre eurocomunista de finales del siglo XX. El final de la «experiencia» está a la vista: tanto los primeros como los segundos terminaron integrándose pura y simplemente en el establishment y convirtiéndose en pieza esencial del propio sistema.

El caso griego resulta paradigmático. Syriza, en lugar de atender a los intereses de los trabajadores, avanzó con ahínco en contrarreformas laborales y en privatizaciones, tal como lo exigía Bruselas. De manera similar, en España, Podemos, que en un momento dado se había atrevido a prometer el «asalto los cielos», terminó jurando lealtad a la Monarquía y aliándose con los pilares económicos más firmes del régimen político que decían querer destruir.

Aún hoy, su exlíder, Pablo Iglesias, continúa intentando perseverar en el engaño. Como hacía en inicios,   sigue mostrando gestos de radicalidad, pero que ahora se convierten en muecas ridículas, ni siquiera logran ganarse la mirada benevolente de quienes antaño formaran parte de sus corifeos más entusiastas.

Y es que a estas alturas, ya pocos pueden creerle. La «gente» ya es consciente de que se trata de aspavientos que forman parte de un inofensivo teatrillo, que no irá más allá de las instituciones o de «su» artilugio mediático en construcción, carente de una estructura organizativa que pueda llegar más allá del pasado mañana.

Los efectos de la derrota y la «izquierda silente«

La desilusión provocada en amplios sectores de la sociedad española, especialmente entre las generaciones más jóvenes que creyeron que el discurso pronunciado por Podemos era esencialmente diferente al que habían estado escuchando cansinamente durante las tres últimas décadas, ha creado un enorme vacío político. Un vacío que, como históricamente siempre sucedido, los partidos de la extrema derecha, utilizando también una jerga aparentemente «antiestablishment, han logrado ir llenando en los sectores descontentos de la población.

Ante este avance, que parece imparable, algunas «izquierdas» han optado por adaptarse a la nueva situación, centrándose en desencadenar “guerras identitarias” contra una derecha retrógrada, que observa con regocijo cómo este tipo de batallas, lejos de poner en un primer plano la «guerra de clases» a la que tanto temen, son también el mejor caldo de cultivo para el auge de sus propias huestes.

El «borrón y cuenta nueva», que logró colarse desde hace décadas en las cúpulas de la izquierda, ha hecho olvidar que es en las fábricas, los barrios, en las calles  y en las aulas donde una buena parte de la  sociedad «cuece sus habas», y también el terrero donde se dirimen las cuestiones esenciales que atañen a los intereses de los asalariados que, al fin al cabo, es la clase social cada día más abrumadoramente mayoritaria, que constituye el grueso de la sociedad capitalista en la que vivimos.

La situación política en Europa, pues, se encuentra ahora mismo, en un peligroso punto de inflexión,  que se entrecruza, además, con una concatenación de crisis simultáneas, convirtiendo el futuro en un acertijo difícil de escrutar para las grandes mayorías.

Las manifestaciones masivas y el descontento social que, en ocasiones con motivos paradójicos, empieza recorrer el continente, demandarían una respuesta unitaria por parte de esa izquierda silente,  pero que objetivamente permanece, y que es portadora de valiosas cicatrices infligidas en pasadas batallas políticas, pero que no acaba de ofrecer siquiera indicios de desear articularse algún día.  

05 de Octubre de 2023.

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.